jueves, 18 de julio de 2013

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No encontré el frasco que guardaba un par de ojos, dentro, la mirada del susurro.
El dejó la puerta abierta al salir a su trabajo, un par de vidas perdidas en el camino hacia casa y unos cuantos billetes jóvenes caían en los bolsillos de su chaqueta, la chaqueta verde musgo que le regalaste el año pasado, como nueva, bien cuidada, de buena marca, solo unas gotas casi invisibles de sangre que no logro dejar de ver cada vez que se acerca a mi y me invita a un café hablando despacio en ese ambiguo lenguaje típico de los de su raza. 
El dejó la puerta abierta al salir a su trabajo, y a pesar del brutal viento que azotaba los muros de la casa ni un átomo de frío se acercó a mi. 
El dejó mi espalda destapada la noche entera y ahorró palabras que nunca derrochará para despedirse de este cuerpo pálido y frío que encontró y besó...quizás es mi culpa por no darle cariño, pero es que no entiendo por qué no puedo gritar que lo amo, no puedo besar su piel ni apegarme a su cuerpo.

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