Ojos de niño,
dormías en mi hombro tan entero y tan confuso.
Tus manos arropaban mi pecho
y sentía el palpito melódico de tu mirada
atravesando mi cuello.
Qué frío tan grande
y qué calor al mismo tiempo.
Reposaban tus sueños y temores en mi cuerpo
como buscando respuestas.
Escribías versos con tus dedos en mis piernas
y te amarraba con ellas a mi,
como negando el silencio.
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