A veces mi boca madruga en tu regazo,
mis piernas se enredan entre si,
mis brazos tiemblan intentando permanecer quietos.
Tu vienes sonriente,
cada noche.
Tu extiendes tus manos hacia mis caderas,
te amarras a ellas,
pero sabiendo que será por un segundo.
No me reproches las miradas inconstantes,
no me toques con tu boca palpitante mientras me despido.
Enfríate,
aleja tu mirada,
quiero perderme entre el viento,
si la multitud escasea,
quiero ser el ruido,
si abunda el silencio.
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