mi pelo nocturno corría por los cerros,
se perdía, se encontraba y se enredaba.
Ya casi moría yo de dicha,
me sentía viva en el caos,
en la miseria del placer.
Mi piel se hacía más blanca,
más pura,
más fría.
Pero mi boca no perdió calor,
pero mi pecho no perdió calor,
pero mis piernas no perdieron calor.
Para albergarte si volvías
con tu cuerpo frío junto al mío.
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