Te extraño
no solo yo,
mis piernas y mis brazos también lo hacen,
mi cuello y mis ojos,
mi boca,
mi pecho,
ese donde te recuestas y te vuelves pequeño,
hasta que te levantas,
levemente,
y diriges tu mirada hacia mi.
Lamento no compartir contigo las noches,
nos alejamos,
luego de estar tan juntos,
me duele la distancia entre nuestras miradas,
y este dolor tan desgarrador
solo puede ser sanado por tus brazos
y el modo en que se trenzan al rededor mío.
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