domingo, 18 de agosto de 2013

2:11

Maldigo entonces,
la sonrisa que ilumina mi rostro,
mi rostro de cadáver,
miserable chiquilla,
soy yo,
quien cambió su nombre,
y mató a su sombra,
y terminó su voz,
musitaba jadeando,
lloriqueaba.

Inmóvil,
amontona el silencio,
frente a mi boca,
entre tu boca,
me angustia la cercanía,
esta proximidad indeseable,
siento el fondo del océano en mis pies,
y en el está mi razón,
o sus restos.

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