viernes, 15 de noviembre de 2013

23:41

Rosa,
visita mis mejillas algún día,
visita mis labios,
secos e incoloros,
rasgados por la ausencia de él.

Las manos inquietas...
los ojos perdidos,
un grito se encierra entre mis costillas,
una pluma cae,
la piel se desvanece
y
como telas envejecidas
caen al suelo.

Un grito se muere,
adentro
sin conocer su voz,
entiendo el sufrimiento de una madre
que pierde al hijo querido,
al hijo predilecto,
pero aquí no hay consuelo.

No hay caricias en el hombro de la madre que llora.

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